Por: Félix A. Pineda
¡No se alegren... que eso no ha pasado!
A veces me imagino a leonel en su poltrona del palacio conceptualizando, por no decir “maquinando”, y riendo a carcajadas, al ver que puede darse el lujo de salir a la calle, junto a félix -el gato- bautista, asqueante figura de moral pestilente, y burlarse de toda la gente seria y bondadosa que encuentre a su paso.
Me lo imagino leyendo los titulares de tantos pronunciamientos, noticias y anhelos de que se haga justicia contra los que chupan la sangre de los infelices “perros del señor” que habitan este país de mierda.
A veces lo imagino experimentando una descarga electro- orgásmica cuando estruja su maldad en la cara del pueblo, aún de sus mismos seguidores, disfrutando con el dolor de quienes sueñan con la justicia, venciéndolos, aplastándolos, pisoteándolos, como quien dice: “yo leonel I de leonilandia, amo y señor de la maldad, no solo soy corrupto y corruptor, sino que también me doy el lujo de estrujar mi corrupción en la cara de la gente sin que nada pase, porque “estos dominicanitos son unos cobardes arrodillados a mi gran poder”.
En este contexto, de principados y potestades en contra de la humildad y la decoro, leo con asombro que al presidente le tiraron una botella desde un patio, mientras encabezaba una marcha en un barrio del Distrito Nacional. La botella no le “partió la cabeza”.
En mi pobreza espiritual, alimentada por la impotencia, el sufrimiento y el desconsuelo de saber que poco o nada cambiará después del 20 de mayo, sugiero cadena perpetua para el que lanzó la botella. No por haberla lanzado, sino por haber errado el blanco. Y es que algo debe pasar ya en esta isla tan tranquila, donde todos somos profesionales de la obediencia.
