martes, 22 de febrero de 2011

CARTA de Marino Zapete a Leonel Fernández

sábado, 19 de febrero de 2011

La belleza de la inestabilidad

Por: Félix A. Pineda.

El cambio del mundo árabe gira a la misma velocidad con la que los satélites traen la noticia, sin dar tiempo a la especulación, al análisis, ni a la doble lectura siquiera. La magia del Internet, "una señal del reino de los cielos" que los cristianos no pudimos prever, trae la noticia convertida en imágenes, sin dar tiempo a los editores de CNN a la reorientación del mensaje.

Los gobernántes tienen miedo, y justo es que así ocurra. Sus aliados en Europa también. Estados Unidos, donde la diplomacia llama autoritarios a los gobiernos malos que apoya y totalitarios cuando no los apoya (una joya política de Jeane Kirkpatrick), carece de moral para hablar, para actual y hasta para pensar. Son de las cosas extrañas que nos regala el Siglo 21.

De todo cuanto acontece en la aldea global de Marshall McLuhan, no es la belleza de la inestabilidad lo que nos debe preocupar, sino la fealdad, la horripilante fealdad de la estabilidad de países como la República Dominicana, donde el tiempo suele congelarse en un refigerador del palacio nacional (el tiempo político, claro).

Quiera Dios y algo malo pase en las calles dominicanas que también asuste a los perpetradores de turno.

martes, 8 de febrero de 2011

El fin de la fatalidad

Por: Félix A. Pineda.

André Glucksmann se ha referido a la revolucionaria movilización que hoy vive el pueblo egipcio como "El fin de la fatalidad". Su artículo en el diario "El País", de España, no tiene desperdicios. Pero lo que obliga a plagiar el título de su escrito es que, lo que es real en Egipto, en República Dominicana permanece en el plano de una utopía que hay que promover y provocar todavía.

Cuándo llegará en fin de la fatalidad para la sociedad dominicana? Hay que admitir que la pregunta es tentadora, pero siglos de impotencia y pesimismo fatalista hacen del panorama un conjunto borroso en el que es difícil operar con claridad y ver la insurrección popular contra este estado de cosas indeseables.

En todo caso, la primera tarea que surge es la de construir sociedad, con la salvedad de que la sociedad dominicana es construida por nosotros en la misma medida en que nosotros somos construidos por ella.

En segundo lugar, es imperativo pasar del pesimismo fatalista del tipo "no hay nada que hacer, todo está perdido", al pesimismo crítico del tipo Juan Bosch. Es cierto que las situación está peor de lo que la gente suele creer, pero precisamente por esa razón, es imperativo hacer algo para cambiarla.

En tercer lugar, hay que provocar una indignación ética en la conciencia social dominicana, que trascienda los intereses particulares de grupos apegados al poder. Un ejemplo de esto último se encuentra en la suspensión del desayuno escolar. Hay que situarse críticamente en la cadena de sucesos y las causas que originan las intoxicaciones. Podemos no sentir dolor y desprecio por los odiosos y malditos gerentes políticos culpables de la intoxicación de nuestra población escolar?

Permite la sociedad dominicana que melanio paredes continue frente a la secretaría de educación después de lo que ha pasado?

De los 18 millones de pesos diarios que se destinan para el desayuno escolar, realmente, cuántos son los que llegan al desayuno escolar? Qué ocurre con ese dinero cuando no hay desayuno?

O cambiando de dirección, cómo es que, después de asesinar a un ser humano que reclama por sus derechos en una oficina de Edeeste, no ha habido manifestaciones populares que reclamen por un orden social en el que hechos como estos sean inadmisibles?

No me pregunten por el presidente, que aunque vive de la República Dominicana, no vive en la República Dominicana.

La noticia es que el fin de la fatalidad no vendrá por una ruptura en el seno de la clase dominante hoy gerenteada por leonel fernández y sus acólitos borrachos de poder, sino por la articulación de la sociedad en intentos que permitan a dominicanos y dominicanas vomitar la rabia contra la mafia política de perpetradores profesionales. Solo entonces, vislumbraremos el fin de la fatalidad en República Dominicana.