domingo, 29 de noviembre de 2009

De la cementera a la Barrick, porque de joder nadie se cansa

Por Félix A. Pineda
Entre los juegos peligrosos de los fabricantes de crisis se encuentra el de subordinar la razón al poder, aún cuando se trate del poder de una clase política que todavía no acaba de salir del siglo XIX. La sociedad dominicana asistiría al apocalipsis, de no ser porque a veces, la razón termina siendo reivindicada, para mal de unos pocos y consuelo de muchos (la sociedad dominicana y sus futuras generaciones). Es el caso de la cementera.

La autorización para construir una cementera en las inmediaciones del Parque Nacional Los Haitises, primero fue insensato porque obedecía a los intereses de un grupo económico que tiene al dinero como el único dios verdadero, y nada tenía que ver con el interés nacional. Segundo, fue impopular porque una fuerza representativa de los estratos sociales más comprometidos del país se opuso radicalmente a la decisión, despertando la esperanza entre los que ya se estaban desesperando. Tercero, fue ilegal, porque jurídicamente se encontraron razones para prohibir la construcción.

Como la reticencia del poder en la seudo democracia dominicana es una combinación anacrónica de prepotencia, autoritarismo y negación del derecho a disentir de los proyectos macabros que se cocinan en los salones sépticos del poder, la construcción de la cementera fue defendida y asumida como si se tratara de un proyecto en el que se jugaba el futuro de la República. Esa es la razón por la que el mismo presidente, sentado en su poltrona más allá del bien y del mal, decide una última jugada: utilizar el dinero de los que se oponen a la cementera, para pagar un estudio del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), en espera de un veredicto favorable a la construcción.

Creo que la razón fue reivindicada en este estudio, pero, no hay que confundirse, esta reivindicación no se debe a que la gente del PNUD sea buena, sino porque ellos conocían ya el significado social de este proceso, y no hay que andar jugando con fuego. La razón pudo más que la autoridad que confiere el dinero, porque lo que está en juego es algo más importante que el dinero: la sostenibilidad.

Ahora, como la clase política nacional está emparentada con la peor clase económica del país, no hay que andar dándose por vencido, por eso Barrick entra en escena, porque como señala el título de un reportaje aparecido en el diario "El País" de España, “El oro le sienta bien al miedo”.

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