domingo, 6 de diciembre de 2009

De la importancia de ser corrupto




Por: Félix A. Pineda



Si un día la corrupción toca a tu puerta, no hay que abrirle, a menos que tengas detrás de ti a un partido político, no importa que sea del gobierno o de la oposición.

La corrupción es la actividad empresarial más rentable del país, un negocio que debe mover entre 25 y 30 mil millones de pesos al año, contando con el respaldo asegurado del poder legislativo, el judicial y el ejecutivo. Siendo así, nadie puede contra la corrupción, porque la corrupción es un negocio cuyas utilidades son, para la clase política nacional, el soporte de su enfermiza existencia.

¿Por qué gobernar para el bien del país si se puede gobernar para el bien de uno mismo? Desde esta lógica, leonel I de leonilandia y su corte de ladrones “honrados” son los mejores gobernantes que ha tenido el país de los “perros del señor” (maldigo el día en que los dominicos se inventaron pisar esta tierra y colgarnos el nombre de dominicanos).

Si la corrupción es un negocio tan rentable, entonces es comprensible el por qué ninguna institución ha sido efectiva luchando en su contra. Luchar contra la corrupción es una metáfora similar al caso Sobeida: todos buscan a Sobeida, mientras ruegan que nunca aparezca.

Es que para acabar con la corrupción se necesita acabar con la actual estructura política infectadas de ladrones que trabajan con la certeza de que nunca irán a la cárcel, porque las cárceles de este país se inventaron para el que se roba la gallina, no para el que se roba la granja.

Como lo dirían en México, “un político pobre es un pobre político”. En este escenario la lucha contra la corrupción ha fracasado porque quienes luchan contra ellas son sus auspiciadores.

La corrupción es un señor que forma parte de la estructura putrefacta de un partido político, anda con un carné del ejército, cuando no de la policía, se sienta en los estrados de la suprema corte de justicia, tiene su curul en el congreso, y su centro de operaciones está en la avenida México esquina Delgado, desde donde hace sus declaraciones hipócritas de lucha contra la corrupción.

No soy pesimista, en realidad sólo estoy parafraseando, reforzando tal vez, las palabras de Hotoniel Bonilla, el de la supuesta lucha contra la corrupción, que ha dicho:

1. “No hemos sido capaces de sancionar la corrupción”.
2. “En los últimos 15 años de las decenas de casos de corrupción que se han presentado ante los tribunales de la República, con honrosas excepciones, todos han quedado impunes”.
3. “Sólo se quedan en prisión los que no tienen dolientes, los que no tienen un partido político detrás”.
Soy pesimista porque creo que con una clase política que se alimenta de la corrupción, jamás acabaremos con ella, si antes no destruimos a la clase que la sustenta.

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