domingo, 21 de junio de 2009

De Haiti a Los Haitises pasando por la cementera

De Haití a Los Haitises pasando por la cementera
Por: Félix A. Pineda

En una conferencia titulada “La cooperación humana en la construcción de los aprendizajes”, Humberto Maturana (otro latinoamericano notable en el ámbito de la producción científica), hace la siguiente propuesta: “Supongamos que ustedes tienen una grabadora y aprietan la tecla que dice ‘grabar’ pero la grabadora no funciona, y entonces van donde el médico a decirle ‘doctor, tenga la bondad de examinarme el dedo índice de la mano derecha, que mi grabadora no funciona cuando aprieto la tecla grabar con él’. ¿Hacen eso? No, ¿Por qué? Porque uno sabe que lo que sucede con la grabadora no depende del dedo”.

Por absurdo que parezca, la clase política dominicana funciona de esa manera, cree que cuando la grabadora no funciona, es por culpa del dedo. Las evidencias de este comportamiento, reflejo inevitable de un pensamiento retorcido sin referentes ideológicos válidos, aparecen, para solo citar un ejemplo, en la creencia de que unificando las elecciones se supera el activismo permanente de los actores políticos, sin tomar en cuenta que ese desorden obedece a una causa distinta a la separación de las elecciones: la falta de autoridad de la JCE para organizar de manera apropiada el juego político.

Siguiendo la metáfora de Maturana, puede concluirse que nuestros políticos no escuchan, o mejor dicho, escuchan desde ellos mismos, y no desde la voz de aquellos a quienes supuestamente representan. Es por eso que con frecuencia, se hacen consultas populares para justificar decisiones impopulares previamente elaboradas. Otras veces, ni siquiera se guardan las formas, y como en el caso de Los Haitises, las decisiones absurdas florecen con el fermento de la estupidez.

Resulta absurdo, por ejemplo, que el partido que en este momento sustituye al Estado en la administración de los bienes colectivos, entregue a un grupo empresarial una riqueza que va más allá de todos los beneficios que una fábrica de cemento puede ofrecer. Además de absurdo, resulta estúpido que esta decisión se tome y se mantenga por encima de todas las voces que claman y aconsejan devolver el permiso de la construcción.

Un análisis semiótico de los enunciados del Secretario de Medio Ambiente, acerca de la cementera, permite inferir que se trata de una obra que arrastra compromisos de vida o muerte para el gobierno. ¿Cuáles oscuros intereses conducen al gobierno a comprometerse con las apetencias de un grupo, en detrimento de quienes simplemente aspiran hacer sostenible la vida, tanto para nosotros como para las futuras generaciones?

¿Qué diabólicos poderes hacen que un funcionario, declare como “caso cerrado” una herida que no “cerrará” en quienes creemos que la isla vale más que todos el capital contaminado de una cementera?

Quienes crean que en Los Haitises se pone en juego la ecología, no están equivocados, pero se han quedado cortos. En Los Haitises también se pone en juego la democracia como valor deseable y no sólo como coartada para justificar decisiones antidemocráticas, Lo que está en juego es la posibilidad de que, en el plano ambiental, Haití no sea nuestra aspiración sino nuestra advertencia.

No se trata de que la cementera, o el cementerio, para el caso es lo mismo, se encuentre a uno, dos, tres, cuatro o cinco kilómetros del Parque. No se trata de que vaya a crear unos cientos de malos empleos. De lo que se trata es de atender a la “razón” y no sólo a las razones de un capitalismo salvaje, inhumano e insostenible por demás.

Para que la situación ecológica de Haití no nos alcance, ¿Por qué no colocar el interés ciudadano como criterio para decidir construir o no la cementera? ¿Por qué colocar al gobierno, y sus mecanismos represivos, en contra de la ciudadanía?

Si al final el gobierno no desiste, habrán ganado los Estrella, pero habrá perdido el pueblo, lo que confirmará la sentencia de que “Somos un pueblo de gente buena gobernada por gente mala”. Y para los ciudadanos abusados por el poder corrompido de principados y potestades, el caso estará cerrado, pero la herida provocada en la conciencia ciudadana no cerrará, como tampoco se podrán reparar el daño contra el Parque Nacional de los Haitises.

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