El Aborto
Parece que en este país el cinismo le hace sombra a la estupidez. Al menos, eso es lo que se deduce del titular del listín diario, órgano de difusión gubernamental, cuando publica en su edición de hoy viernes 18 de septiembre 2009, que ha "Triunfado la Vida", con la aprobación del artículo 30. Es cinismo porque todos sabemos que los diputados no votaron por lo que creian justo sino por el dictado de nuestro todopoderoso señor el cardenal.
Aún cuando no estoy del lado de los abortistas, reconozco que lo que ha triunfado no es el amor a la vida, porque ellos no aman la vida, aman la muerte. La jeralquía católica, conservadora y atrasada como es, necesitaba de una reafirmación de su vocación inquisitorial, y nada mejor que una buena coartada: el aborto.
El tema del aborto sólo es importante en tanto que enemigo construido para tener un objetivo de lucha. En momentos pasados, el enemigo fue la brujería, hoy es el aborto.
Hay que tener enemigos. Qué sería del Dios de los poderosos, si las religiones arcáicas no hubiesen inventado al diablo como su enemigo?
Lo mismo podría decirse de los Estados Unidos sin el comunismo. véase si es importante tener un enemigo contra quién cobrar vigencia, sobre todo cuando esa vigencia va en picada, que desaparecida la amenaza comunista, inmediatamente aparece el terrorismo como enemigo.
Es que no se puede vivir sin enemigo?
Lo cierto es que la jeralquía católica, el cardenal al mando, logró identificar el aborto y aquí está el resultado. Si las Academias dicen que el aborto aumentará con esta decisón, Qué diablo importa? Si algunas mujeres mueren por tener que preservar una criatura que ya estaba condenada a morir, tampoco importa. Lo que importa es aprobar el aborto y confirmar el poderío que tiene esa casta sagrada sobre el resto de los que piensen distinto.
Esa constitución que nunca dejará de ser un pedazo de papel con fines funestos, no pasará de ser poesía de la mala. esa constitución no es la que necesita la sociedad dominicana para avanzar, pero sí la que necesita la clase conservadora nacional para sus fines.
Por eso es que, entre religión y razón, me quedo con la razón.
Que un niño o una niña muera de hambre no es pecado, que un adolescente muera en un intercambio de disparos tampoco lo es. El pecado es que una madre se salve por cumplir con los preceptos antojadizos de un grupo de fariseos, que tal vez mañana, como en otros casos, tengan que pedir perdón por sus abusos.
Repito que, entre religión y razón, me quedo con la razón, porque el Dios en quien yo creo no tiene nada que ver con los que dicen creer en él.
Apuesto lo que tengo, que si el cardenal, que impuso el miedo y la amenaza como forma de razonamiento, pariera, hoy el artículo 30 se habrá rechazado. Pero me temo que esa apuesta no será posible.
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Bien dicho.
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