lunes, 21 de septiembre de 2009

Breve Antología del Infortunio Social Dominicano: caso 9

Por Félix A. Pineda

Lo que ha ocurrido en el país con el tema del aborto tiene múltiples lecturas que, en claves sociológicas, constituyen un escenario fértil para la sistematización de un proceso que, “aparentemente” concluyó una de sus fases con la fijación del artículo 30 en la mentalidad conservadora de la República Dominicana.

Una de esas lecturas se aventura a preconizar que la curia católica ha "perdido el debate”, al valerse de procedimientos no científicos, como el miedo, la amenaza y el chantaje, en tanto que armas típicas de aquellos que carecen de la razón, y con las cuales no se produce conocimiento.

Decir que la alta cumbre eclesiástica ha perdido el debate, incluye un ingrediente de tipo ético: quienes votaron a favor del artículo 30 no creen en artículo 30, son irresponsables y lo hicieron presionado por una amenaza con esencia medieval, y por una estructura partidaria que reniega de sus principios, y que ahora se transforma en “empresa comercial” con miguel vargas maldonado como accionista principal.

Juan Bolívar Díaz, lo dijo con claridad. “Todo el que crea en la libertad de conciencia de los seres humanos está en el deber de rechazar el chantaje maniqueísta que a nombre de la fe religiosa se ha montado en el país para tratar de imponer en la Constitución de la República, y por lo tanto a todos los ciudadanos, el dogma de que la vida es inviolable desde que un óvulo es fecundado por un espermatozoides, sin ninguna consideración circunstancial”.
Y continúa diciendo: “Y lo que es peor, se ha manipulado tan ofensivamente la conciencia de los más ignorantes que el debate se ha presentado como si en el proyecto de nueva Constitución se estuviera intentando “saciar la sed de sangre de los abortistas”, mujeres y médicos “asesinos de niños”. Aunque no está en debate ninguna propuesta de constitucionalizar el aborto. Lo que muchos planean, en uso de su libertad de conciencia, es que se deje como materia del código penal, que es lo que ha ocurrido en toda la historia de la nación”.

Decir que la estructura eclesial dominante perdió el debate, implica también, reconocer que si no estuviéramos previo a un proceso electoral, probablemente el resultado fuera otro, y no el que hoy conocemos.

Pero la iglesia ha perdido el debate en un tercer sentido: en el sentido de que la historia demuestra que en decisiones de este tipo, los equivocados, por lo regular están colocados del lado de la religión y no de la razón.
La historia, con todo lo mal escrita que pueda estar, indica que a futuro, la posición católica con relación a todo lo que tiene que ver con derechos de las mujeres, sexualidad y otros temas, irá en decadencia. Y así hay que interpretar la aprobación del artículo 30, como algo insostenible científicamente.

¿Qué ocurrirá cuando una madre muera y su muerte se deba al “cumplimiento de la ley?” Con las nuevas e inusuales formas de protestas que inaugura la sociedad dominicana, no hay que dudar que los dolientes traten de hacer el velatorio en la catedral.

¿Por qué tomar como bandera de lucha el aborto y no la violencia doméstica? Por qué contra el aborto terapéutico y no contra los intercambios de disparos? ¿O es que acaso el lema de “no los maten al nacer”, sirve para justificar lo que hará la policía después?

Si de algo hay que estar seguro, es que si los diputados y los curas parieran, el aborto estaría legalmente permitido. Y si la jerarquía de la iglesia (dije la jerarquía, no la iglesia) estuviera formada por mujeres, otra fuera la bandera de lucha.

Desde aquí se procura, con el espíritu de la anarquía, denunciar la hipocresía y la posición farisea de los que dicen una cosa, piensan otra y terminan haciendo todo lo contrario. Predican la vida, pero promueven la muerte, mantienen políticas asesinas de niños y niñas, son enemigo de la educación, y si tu no compartes su opinión, te mandan al paredón.

La hipocresía sale a relucir en el fondo y en la forma, convirtiéndose en elemento transversal de la estructura social. Esto se explica en el afán de “hacer leyes para que no se cumplan”. De ahí la conclusión: los que luchan para que se apruebe el aborto terapéutico son más honestos que los que se oponen a todo tipo de aborto. Ellos identifican una causa, y esa causa es coherente con ideas y prácticas visibles. Pero los del otro bando, defienden la vida, al tiempo que defienden la muerte. Si esto no es hipocresía, que alguien, que no sea el cardenal, por supuesto, lo defina entonces.

La clave está en la religión. Steven Weinberg dijo con claridad asombrosa, y por eso peligrosa, que: "Con o sin religión, tendríamos gente buena haciendo cosas buenas y gente mala haciendo cosas malas. Pero para que gente buena haga cosas malas, para eso se necesita la religión."
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