Por: Félix A. Pineda
Si me dieran a elegir entre Figueroa Agosto y sus perseguidores, yo me quedo, sin pensarlo dos veces, con Figueroa Agosto. Pero como no es momento para elegir sino para acusar, yo acuso a los perseguidores de Agosto, no sólo por tarúpidos sociales sino también, por todo el daño que causan al país. Y si de continuar acusando se trata, se acusa también al mismo presidente de la República, y a los pasados presidentes también, por consentir las perversidades de los perversos más pervertidos de una banda perversa denominada “clase política nacional”.
En términos proporcionales, comparado con el daño que los dueños del poder hacen a la República Dominica, el daño provocado por Figueroa Agosto al país se calcularía como “efecto cero”.
Pero el mayor bien que el capo boricua puede hacerle a esta sociedad se encuentra latente. ¡Es perturbadoramente preocupante que la caída de los delincuentes grandes del país dependa de lo que pueda decir un capo de las drogas, porque en nuestro territorio no haya un juez, una estructura judicial, ni un gobierno capaz de frenar los intereses oscuros de los que malogran las esperanzas de los pueblos!
Figueroa puede hacer que nuestras lacras sagradas se desangren en la vergüenza que nunca tuvieron, y dejen al descubierto los baches lastimosos en los que se pudre nuestro ejercicio del poder.
Es que la sociedad dominicana está siendo dirigida por una banda de delincuentes de "saco y corbata". Usted y yo no somos más que "dominicanes", que traducido al español significa: Perros del Señor.
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