domingo, 5 de julio de 2009

HACIA UNA SOCIEDAD MAS JUSTA.

Por el padre Rogelio Cruz

Partimos de la necesidad de que todos y todas nos comprometamos en cambiar las estructuras que hacen posible la injusticia y la confusión en el orden económico, cultural, social, político y religioso, pues la mayor parte de nuestra gente padece hambre, injustita y toda clase de situaciones que atentan contra su dignidad, donde muchos y muchas mueren por la acción devastadora de la explotación del hombre por el hombre.

Somos parte de un proceso en marcha donde los cambios se darán con nosotros o sin nosotros y entendemos que es preferible estar metidos, participar en este proceso de cambio, que querernos meter al final, pues seremos rechazados. Hay que demoler muchas estructuras actuales y caminar acorde a los nuevos modelos de desarrollo que nos permitan la construcción de una sociedad mas justa, más solidaria, en fin una sociedad donde haya una mejor repartición de las riquezas.

Nuestro país, nuestras riquezas no pueden seguir en manos de un grupito con nombres y apellidos sonoros, mientras la inmensa mayoría de la gente se muere de hambre. La Iglesia lo viene diciendo hace mucho:"asistimos a la terrible desgracia de que los pobres son cada vez más pobres y los ricos cada vez más ricos a costa de la pobreza de los pobres".(puebla 79).

Sabemos y ellos lo saben, los Poderosos, que no esto no puede mantenerse así, pero nadie quiere ceder frente a tal situación y lo que vemos es que aumenta la delincuencia, el desempleo, la violencia, la inseguridad ciudadana, el hambre, la miseria, la desigualdad social, las riquezas se concentran cada vez en pocas manos, aumenta la desesperación de la gente. Es que somos ciegos y no nos damos cuenta de que esto no puede seguir así, de que esto va a explotar. No nos damos cuenta de que tenemos que hacer algo o de lo contrario la pasaremos muy mal.

La clase política no se da cuenta de que nuestra política es de servidumbre a los intereses de los grupos, que manejan el mundo a su antojo, dueños del dinero y de privilegios para los que tienen el gran capital, los dueños de los grandes bancos, de las sociedades anónimas, que se la pasan maquinando para ver como servirse y seguir engañando al pueblo. Sabemos que la legislación jurídica de todo este sistema de explotación no es casual, sino que es un traje a la medida y conveniencia de ellos.

De este modo las leyes instauradas solo sirven a los intereses de una minoría. La esterilidad de los gobiernos "dizque constitucionales" que marginan al pueblo y le niegan sus derechos inalienables y se someten a las imposiciones de los grupos e intereses internacionales que le señalan la conducta a seguir, trae como consecuencia el caos social y la pérdida de toda identidad.

Ese camino conduce a la inutilidad de los partidos políticos cuyo desprestigio y deterioro recae directamente sobre la misma democracia. Ante esta realidad la influencia de los católicos, que somos un alto porcentaje de la población, en orden a la justicia y la significación del hombre y la sociedad es prácticamente nula.

A cambio de velas, misas y costosas caminatas, la gran multitud de los creyentes ha esperado obtener de Dios, lo que corresponde a su esfuerzo reclamar, exigir y corregir. No hemos hecho caso a lo que rezamos en el Padre Nuestro "que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo". Primero en la tierra, luego lo demás. El compromiso de no pocos clérigos y católicos con los representantes del capitalismo liberal y con gobiernos y gobernantes han debilitado el poder liberador del Evangelio, obstaculizando la implantación de un régimen de justicia.
La eliminación del sistema injusto, que nos rige, es un gran desafío que tenemos hoy. No podemos permanecer pasivos, tranquilos o despreocupados, porque la seguridad que un pequeño grupo tiene descansa en el sufrimiento de muchos hermanos. La tarea es grande, pues no se trata solamente de vencer el hambre, ni siquiera de hacer retroceder la pobreza. El combate es construir un mundo donde todo hombre y mujer sin excepción de razas, religión o nacionalidad pueda vivir una vida plenamente humana, libre de toda servidumbre. Un mundo donde la libertad, no sea una palabra van

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