Por: Félix A. Pineda
Esta afirmación, tremendista para algunos y quijotesca para otros, me parece una verdad cargada de esperanza, al menos durante las horas que duró la ceremonia de clausura de un diplomado en el que participaron 49 personas con cualidades humanas altamente deseables.
El curso, un diplomado provocador, en el que se propone la vivencia de un liderazgo centrado en el servicio, valores democráticos y conciencia critica de la realidad, fue facilitado por el INTEC y agenciado por el Patronato pro Desarrollo de la Educación de Yamasá (PADEYA).
Al participar como docente en este diplomado, quedé conmovido al compartir con dominicanos y dominicanas que todavía tienen un referente social basado en el compromiso con las mejores causas de sus comunidades.
El mensaje central del acto, bajo la responsabilidad de José Ney Araujo, presidente de PADEYA, en tanto que pieza oratoria profética, se ubica por encima de las pobrezas del discurso político tradicional. Este mensaje es la denuncia convertida en poesía. Como de poesía también estaba cargada la lectura del “agradecimiento” en el que los participantes plasmaron realidades y sueños en una sola lectura.
Mientras duró el acto, me desintoxiqué del déficit de 699 millones de dólares de la CDEE y del nepotismo de Radhamés Segura, y su secuela de apagones.
En Yamasá me curé de la “nómina de pago de inspectores” del Instituto Agrario, que comprendía a 1,209 personas con salarios de entre 15 y 25 mil pesos que totalizaban 18 millones 355 mil pesos al mes.
En Yamasá, al ver tantas personas buenas, no entendí eso de la “nominilla” de los 42 mil 434 presidentes de los comités de base a quienes se pagaba 143 millones 120 mil pesos mensuales.
Pensé por un momento, que la corrupción en la Lotería, el estercolero hediondo del INDRHI, y la terquedad del presidente en que esos asquerosos ejecutivos de mierda permanezcan en sus puestos, sin que respondan ante la justicia, eran parte de una infernal pesadilla.
Es que al estar en Yamasá, donde lo rural y lo urbano confluyen en altos valores, donde el cacao crece y el arte de los Guillén florece, se me hacía difícil pensar que éstos males existieran en la República Dominicana.
Por esa razón, creo que a la República Dominicana ideal se llega replicando la belleza y valores de Yamasá en todo el territorio nacional.
Esta afirmación, tremendista para algunos y quijotesca para otros, me parece una verdad cargada de esperanza, al menos durante las horas que duró la ceremonia de clausura de un diplomado en el que participaron 49 personas con cualidades humanas altamente deseables.
El curso, un diplomado provocador, en el que se propone la vivencia de un liderazgo centrado en el servicio, valores democráticos y conciencia critica de la realidad, fue facilitado por el INTEC y agenciado por el Patronato pro Desarrollo de la Educación de Yamasá (PADEYA).
Al participar como docente en este diplomado, quedé conmovido al compartir con dominicanos y dominicanas que todavía tienen un referente social basado en el compromiso con las mejores causas de sus comunidades.
El mensaje central del acto, bajo la responsabilidad de José Ney Araujo, presidente de PADEYA, en tanto que pieza oratoria profética, se ubica por encima de las pobrezas del discurso político tradicional. Este mensaje es la denuncia convertida en poesía. Como de poesía también estaba cargada la lectura del “agradecimiento” en el que los participantes plasmaron realidades y sueños en una sola lectura.
Mientras duró el acto, me desintoxiqué del déficit de 699 millones de dólares de la CDEE y del nepotismo de Radhamés Segura, y su secuela de apagones.
En Yamasá me curé de la “nómina de pago de inspectores” del Instituto Agrario, que comprendía a 1,209 personas con salarios de entre 15 y 25 mil pesos que totalizaban 18 millones 355 mil pesos al mes.
En Yamasá, al ver tantas personas buenas, no entendí eso de la “nominilla” de los 42 mil 434 presidentes de los comités de base a quienes se pagaba 143 millones 120 mil pesos mensuales.
Pensé por un momento, que la corrupción en la Lotería, el estercolero hediondo del INDRHI, y la terquedad del presidente en que esos asquerosos ejecutivos de mierda permanezcan en sus puestos, sin que respondan ante la justicia, eran parte de una infernal pesadilla.
Es que al estar en Yamasá, donde lo rural y lo urbano confluyen en altos valores, donde el cacao crece y el arte de los Guillén florece, se me hacía difícil pensar que éstos males existieran en la República Dominicana.
Por esa razón, creo que a la República Dominicana ideal se llega replicando la belleza y valores de Yamasá en todo el territorio nacional.
Saludos y felicitaciones Señor Felix Pineda. Excelente articulo. muy ciertos y atinados sus comentarios.
ResponderEliminarAlejandro Santana