sábado, 8 de agosto de 2009

¿De qué estaría HARTO el cardenal si viviera en Jimaní?

Por Félix A. Pineda

Algunos tienen hambre y sed de justicia, pero otros simplemente están hartos, y no necesariamente de estar harto.


En este país hay tres tipos de personas: uno, los que están “hartos” al estilo del cardenal, y los otros dos tipos restantes, que poco importa saber quiénes son porque carecen de un nombre. Bueno, mejor dicho, ellos tienen un nombre, pero harto de que el primer grupo no reconozca su derecho a un nombre, ellos terminan por creer que en realidad no lo tienen.

Las declaraciones del cardenal no son gratuitas, si nos acogemos al principio bíblico de que "de la abundancia del corazón habla la boca". Significa la existencia de dos grupos contrapuestos, dos islas, dos concepciones de la vida en dominicana. Dos forma de ver, escuchar y hablar que responden a puntos de vista contrarios. Y como un punto de vista es la vista que se tiene desde cierto punto. El cardenal, desde el punto en que está ubicado, ha fijado la vista hacia las afueras de la catedral con prepotencia y autoridad divina, y confundió la apariencia con la realidad.

Dicen los rollos del Marx muerto, que “si apariencia y realidad fueran la misma cosa, en vano existiría la ciencia”, pero de lo que se trata no es de investigación, sino de “estar harto”. Y el cardenal ya está harto, no de la corrupción en sí, sino del tema de la corrupción, que es lo que duele.

Así es la vida en esta media isla mágica y religiosa. Mientras unos están hartos del tema de la corrupción, otros están harto de la práctica y consecuencias de la corrupción.

Unos están hartos de que se trate el tema de la corrupción, y otros están hartos de los apagones, de la violencia, de la estupidez de los funcionarios públicos, del barrilito, de radhamés seguras, de las injusticias, del gobierno y de la oposición. Y muchos otros ya se hartaron del cardenal también, pero el sentimiento de culpa por el pecado no cometido ,pero que debieran cometer, arremete contra ellos como policías en un tumbe de drogas por allá por el pueblo de Azua.

Las condiciones materiales de vida condicionan nuestra conciencia social. ¿De qué estaría harto el cardenal si viviera en Jimaní, donde hay un hospital que carece de camillas para que las mujeres traigan al mundo pequeñas criaturas condenadas a ser pobres desde antes de su nacimiento? Es que en Jimaní, se utiliza la camilla de emergencia para el parto, mientras una enfermera agarra las piernas de la parturienta para que el médico haga su trabajo.

Si tú estuvieras harto de estar harto, como Joan Manual Serrat, otra cosa fuera, yo te acompañaría.

Si estuvieras harto de los periodistas pagados del palacio nacional, como lo estuvo el profeta Elías de los falsos profetas del Rey Acab, porque Baal no valía la pena una muerte, yo también lo estaría contigo.

Si estuvieras harto por la tanta perversión de los poderosos, como lo estuvo Juan el Bautista con el Rey Herodes, yo lo estaría contigo.

Si estuvieras harto de la pobreza del pueblo, como lo estuvo Moisés en Egipto, yo lo estaría contigo.

Si estuvieras harto, por los mercaderes capitalistas, al talante de Jesús en el templo contra los mercaderes, yo también te acompañaría.

Pero ese no es tu caso.

Quédate con tu hartura, que está hecha de otra cosa, que yo me quedo con mi rabia, junto con la gente buena de Jimaní, El limón, Boca de cachón, Descubierta, Postrer Río, Duvergé y otros pueblos en peligro por esa corrupción de la que tú, cardenal, dices estar harto.

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