Desde Argentina hasta el río Bravo, en el límite geográfico de México, y desde América Latina hasta el último rincón del planeta en el que se escuchara la voz de Mercedes Sosa, habrá de lamentarse su muerte.
Con su voz, se escuchó la voz de los que no tienen voz. Los empobrecidos cantaron sus miserias y sus grandezas a través de sus cuerdas vocales. Con su canto, muchas personas pasaron de la conciencia ingenua a la conciencia crítica, como quién pasa de la oscuridad a la luz.
Con su muerte se vivirá el extraño fenómeno de una luz que, cuando se apaga, es cuando más se propaga su brillo. Ella era de ese tipo. Su muerte constituye un motivo para promover la vida y renunciar a los signos de la muerte.
"Es porque soy tan testaruda que todavía insisto en cambiar el mundo", decía Mercedes. Y nosotros decimos con ella, que con su cantar seguiremos construyendo una sociedad más justa y digna, como ella lo soñaba.
Nuestro mayor homenaje a Mercedes Sosa, es y será, hacer escuchar su voz profética en un mundo que tanto lo necesita. El mundo está de luto, es cierto, pero también es cierto que ninguna persona se muere mientras viva en la memoria de alguien que la recuerde.
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