No quiero esa constitución

Por: Félix A. Pineda

En este momento escribo desde el fondo de la confusión y la ofuscación que se vive en este proyecto inconcluso de país, al que por inspiración religiosa llaman República Dominicana.

Si una vez creímos haber roto los linderos de la irracionalidad con proyectos malvados como el de la Sun Land Robo Company y del proyecto cinco “estrellas” de instalar una cementera en el Parque Nacional de Los Haitises, hoy me rindo ante la evidencia de estar equivocado, porque en esta sociedad líquida, tan líquida como los juicios de su clase gobernante, las aberraciones políticas carecen de límites.

Hoy el tema vuelve a ser la constitución. Se negaron a una constituyente para favorecer una asamblea revisora, instrumentarizaron a la población en consultas que luego no serían atendidas, y ahora el pueblo paga las consecuencias: en vez de un pedazo de papel, la constitución ha descendido peldaños, hasta convertirse en el efluvio que sube desde una cloaca.

Qué oscuros motivos mueven a los asambleistas a tan vil comportamiento? Qué daño tan grande ha hecho la República para que senadores, diputados y sus amos castiguen con tanta desidia?

Dicen que cuando un político de los malos se está ahorcando, hay que acudir rápido, para asegurar que el nudo no se desate. Una lección de salvamento acuático indica que cuando un funcionario público ladrón se está ahogando la mejor medida es aumentar el volumen del agua de la piscina.

Ahora, una nueva lección proveniente de Iraq, dice que cuando un presidente hace uso de la palabra hay que lanzarle un zapatazo que le parta en dos las mentiras antes de que salgan.

Todas las personas que rechazamos esa ignominia, debemos pedir desde ya, una nueva constitución, porque la que está naciendo, es un pedazo de papel resumiendo todas las inmundicias que dejan los asambleistas.

Hasta la próxima constitución, porque la que nos quieren dar, no es la que queremos.